Veamos ahora lo que a mi punto de vista es más interesante… la fuerza de los niños para romper las redes con un balonazo.
La potencia de los disparos
En cierto capítulo de Los supercampeones vimos como Óliver rechazaba un disparo de Marc Lenders desde su propia área grande. El rechace cruzaba todo el campo, rompía la red y la pared de atrás. El tiempo de vuelo del balón eran unos 5 segundos, con lo cual la velocidad de la pelota era, suponiendo despreciable la resistencia del aire, (recordemos que el estadio mide kilómetro y medio).
Dicho cálculo nos lleva a una gran decepción: Óliver no es capaz de superar la velocidad del sonido, que es de 1220 km/h. Esto explica por que a Bruce se le quedaba la cara roja cada vez que recibía un balonazo.
Otra interesante consecuencia de esta elevada velocidad es que el roce con el aire de la atmósfera del asteroide hace que se caliente el balón. De todos es conocido que un cuerpo a elevadas temperaturas es capaz de emitir luz según el espectro de Planck del cuerpo negro. Ciertamente, en gran parte de los disparos de Óliver vemos como el balón deja un estela de intenso color amarillo. Como sabemos de termodinámica, el máximo de emisión del espectro del cuerpo negro a una temperatura dada viene dada por la ley de Wien:
Teniendo en cuenta que la longitud de onda media del amarillo es λ = 5.8×10-7, deducimos que la temperatura del balón es T = 4997K, es decir, unos 4725° C. Sin embargo, el balón permanece intacto después del chute. Esto demuestra, de paso, otra cosa. Los balones de futbol se hacen con piel (cuero) de vaca; por lo tanto, las vacas de Japón ¡son ignífugas¡ciertamente, no sé por qué los bomberos no se hacen los trajes del mismo material que los balones Japoneses.
Fuente: La web de física